¿Qué dicen los fumadores?

A pesar de lo que se pueda leer a continuación, podemos afirmar que el fumador no controla el vicio de fumar, ya que es realmente una adicción. Además, vive encerrado en una contradicción constante entre lo que piensa, dice y hace.
Teniendo en cuenta toda la información que hemos brindado anteriormente, analicemos detenidamente las siguientes entrevistas y saquemos nuestras propias conclusiones.

  • Entrevistado: Noelia 
                20 años

¿A qué edad empezaste a fumar?
N: A los 18 

¿Por qué?
N: Porque tenia curiosidad

¿Cómo fue tu primera experiencia? 
N: La primera vez no me gustó, estaba con un amigo.

¿Cuánto fumas aproximadamente por día?
N: Tres [cigarrillos] aproximadamente. (Cada una o dos semanas)

¿Disfrutás fumar?
N: Sí,  me gusta el sabor y la sensación. 

¿Querés dejar de fumar?
N: Me da lo mismo. Si tengo que dejar, lo dejo. 

¿Por qué?
N: Porque no lo tengo como un vicio. Lo disfruto mucho, me gustan, son ricos. No me gusta fumar cualquier marca "por fumar"...

 Cuando quedaste embarazada: ¿dejaste de fumar por el embarazo y los cuidados al bebé o porque el cuerpo solo generó un rechazo al cigarrillo? 
N: Cuando empece, fumaba mas o menos dos por dia, me aburría del gusto y los cambiaba aleatoriamente dentro de las marcas que me gustaban . Y cuando quedé embarazada, fue una mezcla de las dos cosas que mencionaste. Sentia que tenían gusto raro... Cuando me enteré oficialmente de que estaba embarazada, decidí que no quería complicaciones durante el embarazo y la lactancia, y dejé de probar marcas.

 ¿Voviste a fumar desues del parto? 
N: Volví a fumar hace dos meses porque a veces estoy muy estresada y necesito hacer algo que me guste y me relaje. Lo más a mano que tenía era fumar.
Sólo fumo cuando salgo con amigos, no necesariamente "de joda", sino cuando me junto a tomar mate en la plaza, etc. Yo lo disfruto, no es un vicio. 

  • Entrevistado: Florencia 
          21 años

¿A qué edad empezaste a fumar?
F: A los 14 años (no era consciente de esto)

¿Por qué? 
 F: Porque me daba curiosidad,  y me dejé influenciar por un compañero que me generaba más interés que el tabaquismo...Y creo que por lo mismo que empieza todo adolescente, porque "se ve bien".

¿Cómo fue tu primera experiencia? 
 F: El primero no me gustó, al no saber fumar aspiré demás y me quemé la garganta...
Éramos un grupo de amigas probando los primeros cigarrillos y una más grande nos enseñaba cómo hacerlo.
Super idiota, pero eramos chicas e influenciables.

¿Cuánto fumas aproximadamente por día?
 F: Este año aumentó bastante mi consumo, pero creo sigue siendo bastante moderado. Unos 4 ó 5 por dia.

¿Disfrutás fumar?
 F: Sí. No cada cigarrillo, algunos no se disfrutan. Pero el que disfruto, vale por todo el resto.

¿Querés dejar de fumar?
 F: Quisiera querer dejar de fumar. Si realmente lo quisiera hacer, ya habría empezado a hacer algo al respecto y no es así.

¿Por qué?
 F: Porque me gustaría...
Porque mi viejo tuvo problemas del corazón recientemente y estuve en contacto con información acerca de los daños que el tabaquismo causa en las vías respiratorias y en las coronarias. Recién ahora soy algo mas consciente del daño que me estoy causando.
Pero el porqué de no dejarlo, es porque me aferro al cigarrillo en momentos de sumo nerviosismo o tristeza, es una salida rápida y placentera. Y es mucho mas fácil prenderse un pucho que manejar emociones, razonar, pensar, solucionar...

¿Vos consumís o él te consume a vos?

En principio y como ya he mencionado, es fácil identificar a un fumador por sus características físicas más allá de la acción de fumar.
Uno de esos signos son esos movimientos inconcientes que genera el cuerpo avisando que necesita una dosis más de tabaco, que luego pasan a ser concientes y se traducen en la decisión del fumador de encender un cigarrillo.
Esas acciones físicas que llegan a incomodar tanto a los fumadores como a las personas que tenga al lado (que son las mismas que no nos permiten dejar de fumar) sólo duran en el cuerpo unos quince o veinte días. El problema es que el fumador no resiste el estrés que producen estas situaciones y, por esta causa, vuelve a fumar.
Los primeros tres días en los que el cuerpo se libra del cigarro, los movimientos en manos y piernas son extremadamente incontrolables, pero si se logra superar esta etapa, se tiene un éxito asegurado hacia el camino libre de humo.
Luego de pasar esos tres (en algunos casos cinco) días  el cuerpo empieza a despegarse de esta dependencia espantosa que genera la nicotina. Es entonces cuando uno es total y completamente dueño de su cuerpo y sus movimientos.
Entrando a los diez días libre de humo en los pulmones, la necesidad de fumar es un recuerdo lejano. Y se puede afirmar que el cuerpo comienza a tener cambios internos completamente positivos. Si bien el daño que se generó es casi irreparable, existe una gran mejoría.
Es posible que luego de pasar el mes sin haber fumado, se entre en una recaída normal. Lamentablemente el fumador es quien incita la recaída y es su único responsable.  Ya sea porque está pasando por una situación complicada y como siempre, se debe aferrar a algo (y que mejor que un cigarrillo) o simplemente porque cree que como ya lo ha dejado no volverá a instalarse el vicio.  Lo que es totalmente falso: una vez que has fumado, el vicio vuelve. Y primero es uno, porque "se puede controlar" y luego, cuando se toma conciencia, ya es un atado diario y se está intentando dejar nuevamente.
Lo importante, el gran "truco", es entender que somos vulnerables ante el vicio y si podemos negarnos a él, si podemos tomar conciencia para sacar fuerzas de allí, tenemos una victoria asegurada.

Y vos... ¿De qué lado estás?

La mayoría de los fumadores intentan periódicamente dejar el vicio. Y lamentablemente es mayor el porcentaje que no lo logra. Ahora bien, tratemos de ver porqué…
El primer lugar el fumador busca un momento adecuado para dejar de fumar que podemos atribuir –por ejemplo- a un control médico en el que algo sale fuera de lo común a causa del cigarrillo.  En consecuencia, ingresa a una etapa de estrés en la que necesariamente se aferra al cigarrillo escudándose en un simple “cuando pase todo esto, dejo de fumar, ahora no es el momento”. Este tipo de fumadores, podríamos decir que pasan gran parte de su vida esperando y lamentando la llegada del momento justo para cortar con el vicio.
Por otra parte, nos encontramos con el fumador que tiene un conocido que fumó 40 años y nunca le pasó nada, por lo tanto piensa que el cigarrillo nunca le hará daño ya que a su conocido tampoco se lo hizo. Se niega a entender que es mortal y cuando se propone dejarlo, utiliza la experiencia “positiva” ajena y se auto-convence de que nada va a pasarle. En definitiva, no puede dejar de fumar.
A continuación veremos al fumador social. Éste es aquel que fuma sólo en reuniones. Inconscientemente (o no) ve al cigarrillo como un arma fundamental para comunicarse con otros. Lo que es totalmente contradictorio a lo que hace un fumador “común” que trata de evitar fumar en este tipo de encuentros. Los fumadores sociales creen que dejar de fumar afectaría directamente a su vida social, por lo tanto les resulta casi negativo dejarlo.
Por último nos encontramos con el fumador resignado, que pasa los días reduciendo la cantidad de cigarrillos que consume, utilizando tácticas como “fumar cada x cantidad de horas”. Esta espantosa técnica lo mantiene a la espera de encender un cigarrillo. Lo que provoca que viva en un sufrimiento increíble y haciendo un esfuerzo tremendo porque no puede fumar cuando se le da la gana.
Éstos son algunos pocos perfiles de fumadores, quizás los más comunes. En todos los casos y de igual manera, el cigarrillo afecta al cuerpo nocivamente, por lo tanto dejarlo debería ser la mejor opción, sin embargo es la alternativa que nunca se tiene en cuenta. 

Es más fácil fumar que intentar ser uno mismo.

Como ya he mencionado anteriormente, gran parte de los fumadores se inician en la adolescencia. Ahora bien, vamos a intentar analizar las causas.
Las mujeres ya sea consiente o inconcientemente, vemos el cigarrillo como un elemento que suma sensualidad, que genera interés en los hombres y afirma la personalidad.  Por otra parte, el hombre cree que encender uno, reafirma su hombría; en consecuencia, la mujer debería sentirse atraída. En otras palabras, ven el cigarrillo como un punto a favor para provocar fascinación en otros. Cabe destacar que el adolescente busca constantemente pertenecer, por lo tanto, es entendible y justificable que acceda a fumar para no ser el foco de burlas en su entorno.

Contrariamente a lo que se piensa,  es inmensa la incomodidad -y a veces hasta rechazo- que puede llegar a sentir un fumador. Para entenderlo y relacionarlo mejor vamos a poner algunos ejemplos, aunque son infinitos:
El fumador entra a una casa y antes de notar siquiera la ubicación de los muebles, los ojos ya están en busca de un cenicero. Y en caso de no haberlo, se pide permiso para fumar sintiendo vergüenza.
Tiene miedo e inseguridad de hablar con un desconocido, porque sabe que su boca irradia un asqueroso olor a humo.
Le da hasta vergüenza sonreír por las manchas que causa el cigarrillo en los dientes.
Percibe el desprecio que le causa a otros el olor a cigarro inpregnado en su ropa.
Las mujeres deben sobrellevar el constante cuidado de las manos a causa de las manchas amarillas en los dedos. Los hombres no son la excepción, pero pocos se preocupan por esto.
Sufre la resequedad en la piel del rostro acompañado por dos manchas que encierran la nariz.
Padece la molestia de estar en un lugar libre de humo y tener que retirarse para calmar el vicio.
Convive con la incomodidad que generan los no fumadores al decir “¿te vas a prender otro?” o “¿ya estás fumando?”.

El fumador que se está iniciando no suele tener en cuenta ni sufrir estas consecuencias. Sin embargo,  son notables -en muchos casos- a los pocos meses de comenzar con el mal hábito, cuando el cuerpo ya generó la dependencia.
No solo no disfruta fumar, sino que también siente culpa y en algunos casos hasta envidia por aquellos no fumadores que siguen su rutina sin esa necesidad de calmar al bichito que dice “fumá”.

Sin embargo, es atinado resaltar que al dormir, pocos –por no decir nadie- son los que despiertan por la madrugada a encender un cigarrillo. ¿Por qué entonces podemos decir que es necesario? La molestia que se siente al no encender un cigarro (esa que hace que muevas la pierna o lleves las manos a la boca) no afecta mientras se duerme. Por lo tanto, es una “molestia” tan mínima que no llega ni a despertar a la persona.
Más de una vez el fumador ha comprobado que no es necesario el primer cigarrillo de la mañana (que dicho sea de paso, es horrible y hasta genera dolor de cabeza y/o náuseas). Es decir duerme, pasa unas 6 u 8 horas sin fumar, se levanta y puede “aguantar” alrededor de unas 4 horas más sin encender uno. Lo que confirma que esa “molestia” es casi imperceptible hasta que el fumador pasa a ser consciente por algún movimiento producido en la abstinencia, como por ejemplo, la sensación de vacío en las manos.


Claro está que gran parte de la dependencia al cigarrillo es mental y hasta podria decirse que está condicionado por la costumbre. Por lo tanto debería ser facil controlar que se encienda un nuevo cigarrillo. Si dicha dependencia es casi mínima y puede ser controlada ¿porque no evitás encender ese cigarrillo?

Cuando sea grande, voy a fumar...

Desde pequeños vamos incorporando una imagen totalmente falsa de este enemigo. En dibujos animados infantiles, se utiliza el tabaco como un estereotipo de éxito o grandeza. En muchas películas,  un hombre a punto de morir enciende un cigarrillo como ultima acción y deseo de vida.
Una imagen engañosa desde niños se aferra a la memoria inconscientemente, a pesar de estar rodeados de adultos fumadores que saben que es un vicio destructivo...
Sin embargo,  alrededor de un 90% de fumadores ha comenzado en su adolescencia, como símbolo de rebeldía e independencia y aunque, alguno lo niegue, el primer cigarrillo es en todos sus sentidos, asqueroso. En primer lugar, el cuerpo como defensa genera tos, mareos, y -en algunos casos- hasta vómitos y desmayos. Posteriormente, un 50% de esos adolescentes vuelven a encender un cigarro pensado que como no les gusta jamás aprehenderán el vicio y podrán dejarlo cuando deseen, cuando en realidad no es así.
El fumador suele argumentar que disfruta de fumar, aún cuando es mayor el porcentaje de cigarrillos que consume inconscientemente que los que fuma por placer. Se escuda en frases como “fumo porque necesito algo en las manos” o “porque necesito llevar algo a la boca”, por lo cual, convengamos,  no debería ser necesario encenderlo. En otros casos tal vez argumenten “por la sensación del humo entrando en el cuerpo”; pero, esa sensación es de asfixia, y, podemos afirmar, es terrible. Muchos otros  se acostumbran a pensar que el tabaco puede matar el aburrimiento, cuando el aburrimiento es un estado mental y nada tiene que ver con el consumo.
Un cigarrillo no divierte, no ayuda a la concentración, no es necesario para nada más que para destruir la vida.
No es indispensable detallar las atrocidades que provoca un solo cigarro en el cuerpo porque todos los fumadores del mundo tienen conocimiento de estas consecuencias. No obstante, el mal hábito se sigue incorporado y se aferra más y más.
Quizás las preguntas que uno formula en su cabeza para cortar con esta adicción no son las adecuadas y deberían ser cambiadas por una que nadie se hace: ¿Realmente disfruto de fumar un cigarrillo?

¿Quién soy?

Ante todo, bienvenido a mi lugar. Mi nombre es Jennifer Melisa Tomé, pero te otorgo la confianza para que me llames Jenny. Soy (casi) maestra Nacional de Bellas Artes, y estudiante de Comunicación Social en el Instituto Superior Nuestra Señora de la Paz.
Tengo 20 años y soy lamentablemente, y quizás como vos, adicta a la droga más asquerosa que he podido conocer con mi corta edad. Una droga (porque es lo que es) totalmente desagradable y sin efecto alguno más que hacer daño en mi cuerpo, pero socialmente aceptada y no vista como tal. Soy adicta (porque es lo que soy) al cigarrillo.
Simbólicamente abro las puertas de este lugar, con estas palabras, para que vos -si sos como yo- puedas dejarlo a través de la información que pretendo brindarte. Y si no lo sos, si simplemente sos un fumador pasivo que quiere ayudar a alguien como yo, también pretendo de la misma manera informarte, para que puedas ayudar a aquel fumador que te rodea.

No se trata de magia, de productos que sólo generan más adicción. Se trata de adquirir información para poder entender qué y por qué fumamos, así una vez adquirido el conocimiento, poder alejarnos de este vicio mortal.
Nuevamente, bienvenido a mi lugar, que espero que se convierta también en tu lugar ...

Jennifer.